En la década de los 40, Anaïs Nin y Henry Miller
sobrevivieron un tiempo escribiendo cuentos eróticos para un hombre que les
pagaba por página. Este cliente que se hacía llamar El Coleccionista,
permaneció siempre anónimo, llenando de indignada curiosidad a los dos grandes
autores que prestaron su talento y su pluma para satisfacer sus caprichos. Este
coleccionista de pornografía no apreciaba el estilo y en repetidas ocasiones
les exigió que se “saltaran la poesía” y se concentraran en el sexo, porque lo demás
no le interesaba. Anais Nin le escribió una carta en la que define
magistralmente la esencia del erotismo.
Querido Coleccionia: Le odiamos. El sexo pierde todo su poder y su
magia cuando es explícito, rutinario, exagerado, cuando es una obsesión
mecánica. Se convierte en un fastidio. Ud. nos ha enseñado más que nadie sobre
el error de no mezclar sexo con emociones, apetitos, deseos, lujuria,
fantasías, caprichos, vínculos personales, relaciones profundas que cambian su
color, sabor, ritmo, intensidad.
No sabe lo que se pierde por su observación microscópica de la
actividad sexual, excluyendo los aspectos que son el combustible que la
enciende: intelectuales, imaginativos, románticos, emocionales. Esto es lo que
le da al sexo su sorprendente textura, sus transformaciones sutiles, sus
elementos afrodisíacos. Usted reduce su mundo de sensaciones, lo marchita, lo
mata de hambre, lo desangra.
Si nutriera su vida sexual con toda la excitación y aventura que el
amor inyecta a la sexualidad, sería el hombre más potente del mundo. La fuente
del poder sexual es la curiosidad, la pasión. Usted está viendo extinguirse su
llamita asfixiada. La monotonía es fatal para el sexo. Sin sentimientos,
inventiva, disposición, no hay sorpresas en la cama: El sexo debe mezclarse con
lágrimas, risas, palabras, promesas, escenas, velos, envidias, todos los
componentes del miedo, viajes al extranjero, nuevos rostros, novelas, historia,
sueños, fantasías, música, danza, opio, vino.
¿Sabe cuánto pierde por tener ese periscopio en la punta de su sexo,
cuando podría gozar un harén de maravillas distintas y novedosas? No hay dos
cabellos iguales, pero usted no nos permite perder palabras en la descripción
del cabello; tampoco dos olores, pero si nos expandimos en esto, usted chilla :
¡Sáltense la poesía! No hay dos pieles con la misma textura y jamás la luz,
temperatura o sombras son las mismas, nunca los mismos gestos, pues un amante,
cuando está excitado por el amor verdadero, puede recorrer la gama de siglos de
ciencia amorosa. ¡Qué variedad, qué cambios de edad, qué variaciones en la
madurez y la inocencia, perversión y arte...!
Nos hemos sentado durante horas preguntándonos cómo es usted.
Un texto muy bueno. Me ha hecho gracia lo del opio... Me lo quedo!
ResponderEliminarBrillante! Saludos,Luis!
ResponderEliminarIncreible texto lleno de inteligencia, el destinatario se debió de quedar sin palabras.
ResponderEliminarSaludos.
Genial la carta .. espero que quien la recibió la leyera atentamente y siguiera los excelentes consejos..
ResponderEliminarUn abrazo
Muy interesante.
ResponderEliminar¿puedo ponerme de pie y aplaudir?
ResponderEliminar¡¡CLAP-CLAP-CLAP!!
Besos!