Una buena amiga me dijo hace poco que el debate público en
Uruguay tiene como modelo al jurado de "Bailando por un sueño". Y el
caso Tania Ramírez parece confirmar esa hipótesis. La discusión se centró en si
fue una paliza racista o una mera "pelea callejera". Algunos se
solazaron de que el video de la cámara de seguridad mostrara a Tania
enfrentando a quienes serían sus agresoras, a las que habría llamado "changos".
El hecho de que la muchacha agredida fuera funcionaria del MIDES pareció
dividir las aguas partidarias, como si para unos ese trabajo fuera un punto a
favor de la víctima y para los otros, en contra. Hubo quienes directamente se
burlaron de Tania y sus allegados por la imputación de racismo, como si,
independientemente de que aquí no lo haya habido, en la sociedad uruguaya no
existiera esta condenable forma de discriminación.
La aparición simultánea, pero sin ninguna relación de
causa-efecto, de una campaña para borrar expresiones racistas del Diccionario
de la Real Academia, sirvió para acentuar la errónea politización del tema.
Algunas voces opositoras intuyeron un plan orquestado del gobierno para
instalarlo por ambas vías, desconociendo que la idea de la Casa de la Cultura
Afrouruguaya venía de abril del año pasado. Las redes sociales rebosaron de
chistes sobre el "afrodescendiente Rada", etc. Se leyeron sesudas
reflexiones sobre la inconsistencia de la campaña mediática, argumentando que
no por retirar una expresión del diccionario esta va a dejar de existir -lo que
es razonable- pero minimizando la importancia de que una grave patología social
como el racismo sea combatida por fin a través de los medios masivos, más
acostumbrados a pautar comerciales de galletitas, detergentes y preservativos.
No faltaron los intelectuales de izquierda que también cuestionaron la
iniciativa, pontificando otra vez que la verdadera lucha debía ser contra el
capitalismo, el imperialismo, etc. etc. etc. Todos los ingeniosos críticos parecieron
olvidar el concepto clave del mensaje creado honorariamente, con alta calidad
ejecucional, por la agencia Notable: "nos comprometemos a borrar toda
expresión discriminatoria de nuestras plazas, canchas, escuelas y -sobre todo-
de nuestras casas".
Para completar, circuló por Facebook un insólito chiste que
decía algo así como que "los changos también tenemos derecho a tomar
taxis", supongo que riéndose de una mujer que terminó internada con
laceración de hígado por la paliza que le propinaron otras cuatro.
Estamos muy mal. No es que nos falle la cabeza, no. Nos está
fallando la moral. El caso Tania desnudó la misma hipocresía que se manifiesta
cada vez que cae una víctima fatal de los barrabravas del fútbol. Al principio
sale en los diarios y la gente comenta la noticia con sorpresa y dolor. Pero al
poco tiempo, el nombre del asesinado pasa a formar parte de los cantos de la
patota que lo ultimó, igual a como los guerreros antiguos exhibían las cabezas
de sus enemigos, festejando alborozados.
En cierta forma todos los uruguayos somos ese puñado de
espectadores pasivos que, bien captados por el video, miran la feroz y desigual
paliza cruzados de brazos e incluso sonriendo.
En 1909, José Enrique Rodó publicó su bella parábola
"Mirando jugar a un niño", que habla de la perseverancia y la
creatividad como antídotos contra el fracaso. Más de cien años después, los
uruguayos escribimos otra parábola: sentados en la comodidad de nuestros
hogares miramos golpear a Tania y opinamos, tomamos partido, nos burlamos, sin
advertir el pozo sin fondo al que hemos caído, que acepta con naturalidad que
cuatro mujeres revienten a puntapiés y cabezazos a una sola, más allá de los
colores de piel de las implicadas.
En su multitudinario espectáculo de fin de año realizado en
el Hipódromo de Maroñas, mi amigo Gustaf hizo notar que en la web del diario El
País, cierto día se publicaron dos noticias en forma simultánea: el escandalete
del video íntimo de una deportista, y las declaraciones de Nino Gavazzo,
justificando su oficio de torturador durante la dictadura. Gustaf contó que la
primera información recibió tantos pero tantos comentarios, y tan soeces, que
los moderadores del portal se vieron obligados a inhabilitar esa función. En
cambio, el verdadero escándalo de las declaraciones de Gavazzo mereció apenas
dos opiniones, ¡y una de ellas a favor!
Los valores se nos están extinguiendo. La ética ha dejado de
formar parte de nuestra caja de herramientas intelectual. Somos el jurado de
"Bailando por un sueño". Chusmeamos, juzgamos con liviandad, nos
mofamos, desdramatizamos lo trágico y nos regodeamos en lo pueril.
Desde aquí, mi adhesión absoluta e incondicional a la joven
agredida y a la lucha contra el racismo nacional, tenga que ver o no con tan
lamentable episodio.
Firmo al pie de tu relato. Siento dolor y vergüenza por este tipo de brutalidades. Naturalizar ese tipo de comportamientos aberrantes nos equipara al tristemente célebre jurado del bailando.
ResponderEliminarUn abrazo!
Hace unas horas te escribí.Y hace unas horas, lo creas o no, leí ésto mismo en montevideo.comm (me llega al FACEBOOK! ; ), y estuve tentado de subirlo al blog de undiasintv, tal como lo hiciste vos.Concuerdo en buena medida con el artículo,ya que su visión me remite bastante al clima que me he encontrado en los debates en que he participado, o leído desde fuera."Desde aquí, mi adhesión absoluta e incondicional a la joven agredida y a la lucha contra el racismo nacional, tenga que ver o no con tan lamentable episodio." Esa última frase, separa los tantos y resume lo que hay.
ResponderEliminarCréase o no, así son las cosas.
Un abrazo desde Españavisión.
Desconocía el asunto del que hablas, me temo que cuando ante la violencia hay frentes, mal pinta el asunto.
ResponderEliminarUn saludo
Sin palabras..
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