miércoles, 12 de octubre de 2011

HONESTIDAD




Amigas que se acuestan con desconocidos porque no quieren dormir solas. Amigos que mantienen relaciones muertas, aterrados ante la idea de quedarse solos. Amigos que alimentan supuestas amistades por miedo a pasar los días solos. Personas que llaman a otras simplemente porque se aburren. Personas usadas por otras personas incapaces de gestionar su soledad. La soledad más intensa es precisamente la que más se esconde, la soledad disfrazada de vida social, de relación sentimental, de cómplice que nunca llegará a ser amigo. En la intimidad de nuestro pensamiento más sincero, ¿Cuántas relaciones mantenemos por comodidad?.¿Cuántas por conveniencia? ¿Cuántas por miedo? ¿Cuántas de ellas por compasión? ¿A cuántas personas utilizamos y por cuántas de ellas somos igualmente utilizados?.




Usar a los demás como un medio para conseguir nuestros propios fines es una práctica tan cotidiana, que uno ya no se detiene a distinguir entre las verdades y las mentiras de su propia vida. Y si llegamos a la conclusión de que, efectivamente, ese al que llamamos amigo no lo es, pasamos a la fase de convencimiento y nos repetimos que lo hacemos por el bien del otro, el otro nos necesita, y le dejamos así, indefenso ante nuestra manipulación. Pobre otro, que no puede caminar si no es de nuestra mano. Pobre otro, que vive engañado por nuestro afecto aparente y caritativo. Hay relaciones de 10 años en la que habría bastado con cinco. Relaciones de seis años en las que habría bastado con dos, relaciones de una noche en la que habría bastado con una caña, e incluso relaciones en las que habría bastado con no relacionarse.

Creo que uno en el fondo sabe cuándo permanece en una historia por compasión o dependencia, y creo también que a todos nos da miedo estar solos, y acabar solos, y ante eso preferimos sumergirnos en un sucedáneo de vida y hacer como que todo va bien. Pero no somos tan imbéciles (bueno, hay quien sí. Yo, sin ir más lejos, a veces lo soy un poco…Y si voy más lejos, ya lo soy bastante). Sabemos lo que hacemos, y si decidimos indagar un poquito, sabemos los porqués. ¿Pero cuántas experiencias estamos ignorando? ¿Cuántas cosas podrían estar sucediendo si camináramos libres y sin escudos de protección? ¿Qué sería de nosotros ahora mismo si decidiéramos perder el miedo y enfrentarnos a lo que nos toca vivir? ¿Qué sería de nosotros si confiáramos un poquito más en lo que está por venir?





¿Qué sería de nosotros si continuáramos haciendo preguntas retóricas como estas durante varias líneas más?. Pues acabaríamos agotados, porque esto es muy cansino, yo lo sé. No quiero caer en decir eso de “lo importante es ser honesto con uno mismo”(vaya, pues lo he dicho), porque sé que suena a perogrullada como una casa, pero me temo que es la moraleja de esta historia. Podemos decidir continuar con nuestras farsas afectivas, o podemos echarle un poco de valor y descubrir qué se esconde detrás del siguiente paso. Y para predicar con el ejemplo de la honestidad, confieso que hay columnas de 2.500 caracteres en las que habría bastado con 20. Pero bueno, es que esto va así.


Bárbara Alpuente







9 comentarios:

  1. Muy muy bueno! cuanta verdad...

    Me encanto, saludos!

    ResponderEliminar
  2. La verdad habla en tus líneas...

    Besos desde el aire

    ResponderEliminar
  3. Que reflexión tan profunda, me toca, me revuelca, vaya que sí. Gracias por traerla.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Esto va y es lo que importa. Aunque sin preguntas... no habría compañías.

    ResponderEliminar
  5. El primer paso, como bien dices
    es poder cuestionárselo. Si esto ni siquiera ocurre, creo que estamos en problemas....

    Un beso

    ResponderEliminar
  6. Veo ordeno reflexionar, ajaj Me encanto, lleno de verdades- Un abrazo

    ResponderEliminar
  7. Lo primero pararse a pensar, y no vivir por inercia. Un placer leerte.
    Un beso

    ResponderEliminar
  8. Cobardía... una mala palabra.
    La canción, hermosa! la conocía por Ana Belén.
    Besoo!

    ResponderEliminar